Por Daniel Esteban Torres
Coordinador de Proyección Social – Red Juvenil Ignaciana

Hace diez años, en la Provincia de Aragón (España), el P. General Adolfo Nicolás SJ, daba una conferencia llamada “Reconciliación y envío a las fronteras”. Esta conferencia tenía un propósito; explicar cómo de forma universal la Compañía de Jesús podía realizar el envío del Papa hacia las fronteras de la evangelización. De la conferencia en Aragón se podrían destacar dos elementos:
entender qué es una frontera y qué hacer en ella.  Nos explica el P. General que la frontera significa “extremo”, aquello a donde nos cuesta llegar. Nos plantea que es un nuevo escenario en donde hay nuevas preguntas, búsquedas, personas y situaciones. “Ahí está la frontera. Todos sabemos que ahí hay un problema, que hay que hacer algo, que hay que renovar, que hay que cambiar, pero no sabemos cómo: ésa es una frontera” (2010).  Podríamos decir entonces que las fronteras son llamados que decidimos aceptar como cuerpo apostólico. Teniendo esta claridad, el segundo elemento que el P. General plantea es la pregunta de cómo estar/vivir en las fronteras. Para este cuestionamiento explica de forma sencilla que hay un horizonte compuesto por dos elementos: la inspiración de la vida de Cristo y el método ignaciano basado en los Ejercicios Espirituales. Desde entonces, y de forma estructural, las diferentes provincias fueron adaptando sus estructuras misionales. Para no ir muy lejos, el proyecto de Regionalización en la Provincia Colombiana comenzó a inspirarse en el término frontera, concepto hoy, diez años después, fundamental para entender nuestra misión.

Por su parte la RJI (Red Juvenil Ignaciana) también cada año busca fortalecer su componente misional. Constantemente se pregunta sobre cómo ir a las fronteras de los jóvenes; situaciones tan
extremas como la violencia, la discriminación, el desempleo y la desigualdad. A su vez, la forma de ir es a través de los mismos jóvenes con programas como Misión en Red.  Nuestra forma de sentipensar ha sido siempre desde el envío, y la misión. Como bien lo decía el P. Adolfo Nicolás, nos hemos construido desde el abrir caminos, recorrer distancias y reconocer nuevos escenarios de nuestro país. El programa Misión en Red, desde 2018 ha estado en veinticuatro zonas en los departamentos de Bolívar, Santander, Antioquia, Chocó, Amazonas, Cundinamarca, Meta, Tolima y Valle del Cauca.  Sin embargo, el 2020 reseteó nuestro chip misionero. La pandemia hizo que ni las distancias ni la geografía desafiante de nuestro país fueran nuestro mayor obstáculo. Nuestra mente, como programa, quedó con la pregunta: ¿Cómo estar en las fronteras si no podemos ir a ellas? Nuestras amistades en las comunidades habían quedado en la distancia. Nuestra esperanza de poder ir al territorio se aplazaba de forma consecuente con la extensión de la cuarentena. Nuestro sentido como programa se fue diluyendo, haciéndose cada vez más líquida, a la espera de tener una nueva forma.  Buscamos respuestas en varias partes, nos fuimos dando cuenta que la virtualidad entonces era ese nuevo sitio para explorar, abrir caminos y recorrer trochas. Un lugar sin duda  desprotegido y desafiante. Sabíamos que “ahí hay un problema, que hay que hacer algo, que hay que renovar, que hay que cambiar, pero no sabemos cómo”, como lo dijo P. Adolfo Nicolás: ésa es una frontera.

Reconociendo la situación como frontera, la pregunta matriz, “¿qué haría Jesús en mi lugar?”, no traía mucha claridad —  imaginarse la vida de Cristo en un contexto de Pandemia sigue siendo un ejercicio interesante — porque nos sentíamos lejos de Su creatividad y recursividad. Escuchar la intención de Dios nos tomó un tiempo. El discernimiento, en las condiciones actuales, nos llevó entonces a quitarle un peso a los verbos “estar” – “ir” y darle un mayor protagonismo al verbo “ser”.  Ahora nos inclinamos, por esta vez, a solo ser desde la virtualidad. Eso significa que para la misión de diciembre queremos conectarnos virtualmente de forma sincrónica con las comunidades con las que normalmente compartimos. Las barreras como la conectividad y lo ajeno que sigue siendo la virtualidad para muchos nos dirán, por ahora, hasta dónde podremos llegar. Pero sin duda el espíritu que ahora nos llena es el del poder acompañar y sentirnos cerca de las comunidades y las personas que están en las fronteras.  Buscamos compartir de una forma nueva el tiempo navideño, como símbolo de esperanza de los jóvenes en el fin de este año tan incierto y determinante. En lo virtual recorreremos trochas, subiremos montañas, atravesaremos ríos; abriremos camino para que allí podamos contar que el Reino de Dios ocurre también en lo virtual.

Los comentarios están desactivados.